- Yurena Luengo
- 31 mar
- 1 Min. de lectura

Cuando comencé a desarrollar mi porfolio profesional, lo veía como un desafío complicado. Nunca antes había creado una página web y, además, nunca me he sentido particularmente atraída por las redes sociales o la autopromoción digital. Sin embargo, a medida que avanzaba en el proceso, descubrí que esta experiencia no solo era útil, sino también enriquecedora y estimulante.
Crear el porfolio me obligó a hacer un ejercicio de reflexión profunda sobre mi trayectoria científica. Me permitió visualizar de manera estructurada los hitos más relevantes de mi carrera, identificar mis principales intereses y establecer con mayor claridad mis objetivos a futuro. Este análisis no solo ha servido para mejorar mi presentación profesional, sino que también me ha brindado una visión más global de mi evolución como investigadora.
Más concretamente, la elaboración del porfolio ha sido clave para afianzar mi papel dentro del Proyecto Momentum. Me ha permitido definir mejor mis objetivos dentro del programa, articular mis contribuciones de manera efectiva y, sobre todo, ser más consciente del impacto que quiero generar con mi trabajo.
Lo que en un inicio parecía un simple requisito técnico terminó convirtiéndose en una herramienta de autoconocimiento y planificación. Ahora veo el porfolio no solo como un escaparate profesional, sino como una bitácora viva que refleja mi crecimiento, mis aprendizajes y mis aspiraciones en el ámbito de la investigación.